martes, 31 de mayo de 2011

Escritores y escribientes en una feria que no hay que perderse

El sábado dio el pistoletazo de salida la feria del libro de Madrid 2011. Y allí estaban todas nuestras jóvenes promesas junto las viejas glorias, oportunistas y demás especies diversas, también las escribientes al dictado de la moda preparadas, unas con sus mejores galas y otras con las peores; pero todos con un pie en la línea de salida, en máxima concentración para salir disparados en la cerrera de las firmas por una mañana de gloria en el Parque del Retiro, aunque muchos no lleguen a firmar ni cinco ejemplares y a otros les duela los dedos de darle a la plumilla; pero da igual, hay que estar ahí, en el puestecito, y remover las conciencias, y lucir fama, que cuesta mucho de ganar. Porque una vez que se ha llegado aquí se hace lo que haga falta: se estrechan manos, se luce sonrisa y uno tira la casa por la ventana, que Hollywood no está tan lejos desde que Penélope se nos codea con Johnny Depp, aunque ella de leer, no sé cómo anda.

Ninguno como este año se ven tantos escritores y escribientes a la busca y captura de una primera página donde estampar su firma que de posteridad al ejemplar, que seguro, una vez leído, si acaso, concluirá su efímera vida en un estante del que jamás se moverá y, que con toda probabilidad, a la vuelta de pocos años, será condenado al cubo de la basura. Con suerte, los que sobrevivan a la moda o a las estrategias del editor, serán comprados al peso por algún librero de segunda mano.
Pero eso qué más da, lo que importa hoy es vender, firmar, hacer caja y lucir la mejor sonrisa, que ya no es como antes que había que mantener la imagen de chicos malos, intelectuales y malditos y al margen del sistema; porque elitistas queremos seguir siendo aunque bañados por las masas. Y que les quiten lo bailao.

Feria del libro de Madrid, del 27 de mayo al 12 de junio.

sábado, 14 de mayo de 2011

Chardin y el arte de lo cotidiano


Delante de este cuadro, el sábado pasado en el Museo del Prado, me emocionaba el estilo de un pintor realmente conmovedor. Me pregunté, observando pacientemente esa pompa de jabón, cómo podría yo recoger esa escena en un cuento que narrara el espíritu de esa obra. Tarea difícil, por no decir imposible, pensé.
Según avanzaba por la exposición me hacia muchas preguntas, entre ellas ¿cómo era posible que con representaciones tan estáticas consiguiera Chardin trasmitir tantas sensaciones?
Bodegones con trozos de salmón y caballas colgando, entre los objetos más habituales de una cocina parisina del siglo XVIII –posiblemente la suya–, formaban la más profunda manifestación de un arte tranquilo y doméstico, donde lo sencillo y lo cotidiano nos hace reflexionar sobre al arte más complejo y surrealista que se ha ido haciendo en el transcurso de los dos últimos siglos, en el que las manifestaciones artísticas de lo cotidiano se han ido elevando a la máxima categoría de arte. Y no hace falta más que acercarnos a los cientos de exposiciones que se inauguran todos los días para muestra de los artistas que trabajan con los objetos más elementales de siglo XXI como representación de la abstracción artística. ¿Qué es el pop art sino la utilización de lo cotidiano convertida en objeto artístico? Y si no que se lo digan a Warhol y sus objetos impersonales, como las latas de sopa.

Y hasta el 29 de mayo podernos disfrutar en el Museo del Prado de la pintura ilustrada de Chardin (1699-1779) y sus naturalezas muertas del siglo XVIII menos muertas que nunca, y de sus figuras tranquilas y serenas que nos llevan de la mano a una sensación placentera cada vez más difícil de hallar en el arte. Y es que este pintor es capaz de conmover con las sutilezas más sencillas.