viernes, 23 de febrero de 2018

Todas las familias felices, nueva novela de Mercedes de Vega.



Todas las familias felices,
nueva novela de Mercedes de Vega

El 15 de marzo de 2018, en librerías y portales de Internet.

Una saga familiar de pasión e intriga.
Una novela que engancha por sus tramas cautivadoras y la fuerza de sus personajes.
Con esta entrega regreso al universo que creé en mi anterior novela, Cuando estábamos vivos, para alcanzar el desenlace final de la saga de los Anglada, que explora las luces y las sombras que muchas familias guardan en su interior.
Teresa Anglada, en el año 2003, ve cómo su vida de periodista de éxito se desmorona cuando una de sus hijas desaparece en el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid sin dejar rastro. Presa del pánico, Teresa tarda en caer en un detalle: su hija Jimena ha desaparecido el mismo día que su padre, un veintiuno de diciembre. Y lo que todavía no sabe es que una de sus antecesoras murió en ese mismo lugar sesenta y siete años atrás, cuando el museo era el Hospital Provincial de Madrid, si bien nunca se encontró su cadáver.
Teresa Anglada deja su trabajo y emprende una investigación para recuperar a la pequeña Jimena que la obligará a ahondar en la familia que nunca tuvo. Este viaje al pasado y a la genealogía familiar, le enfrentará a Teresa a sus propios fantasmas, a la pérdida del padre, en 1970, y a saber realmente quienes son los Anglada, hasta alcanzar un clímax del que nadie saldrá indemne.
El título de la obra, lejos de la complacencia, explora el profundo significado de la primera frese con la que Tolstói abre su novela Ana Karenina:
Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.

TODAS LAS FAMILIAS FELICES
ISBN: 9788401020773
Editorial: Plaza & Janes

viernes, 12 de enero de 2018

¿Es que nos hemos vuelto locos con Operación Triunfo?




Creo que estamos perdiendo todo espíritu crítico, o las voces que intentan hablar de ello son marginales, pero la verdad es que estamos presenciando, de nuevo, otra vergüenza estatal. Y digo estatal porque OT debería emitirse en una televisión privada, que son las televisiones libres de fabricar cualquier basura televisiva que una TV estatal no debe ni puede permitirse. Simplemente por respeto a quien va dirigida, que somos todos nosotros, que además la financiamos para que nos fabrique entretenimiento. Pero queremos un entretenimiento de calidad. 

Tenemos el deber de ser exigentes a la hora de pedir cuentas a las televisiones públicas para que se atengan a unos valores mínimos hacia sus ciudadanos. Creo, sinceramente, que OT ha perdido el rumbo, si alguna vez lo ha tenido, y somete a unos jóvenes deseosos de triunfar, como cualquier joven, a una presión mediática y obscena. Encerrados durante meses, incomunicados, con una presión bárbara de ser eliminados cada semana sin no cumplen con las expectativas o requisitos a veces caprichosos de un jurado y un público que se guía por simpatías y odios particulares. Hasta tal punto llega la presión, que ya no son solo los participantes de ese encierro voluntario los que se vienen abajo, también los profesores y la propia directora de la “academia”, son vencidos por la presión y el desconcierto. Ayer vi llorar a la directora de OT como María Magdalena por haber insultado a un concursante de forma grosera. Estalló la pobre mujer en un mar de angustia y de lágrimas a través de lo que llaman chat, que no es otra cosa que una ventana abierta a las miserias humanas, y que tanta audiencia proporciona a la TV pública. Qué vergüenza que se tengan que batir récords de esa forma. Sin ir más lejos, en plena gala, a un concursante le dio un ataque de ansiedad. No es de extrañar que hasta los propios profesores confiesen que insultan a los participantes, símil de arrogarlos a los leones, como en la antigua Roma, para ser después perdonados por los propios gladiadores que se baten el cobre cada semana en la arena del escenario. Sin contar que son filmados durante todo el día, hasta los pedos que se tiran y los pies que se huelen. Gracias que los concursantes son chicos educados y formados y da gusto ver cómo, día tras día, con estilo y educación, salvan las vergüenzas de un programa que se lucra con sus intimidades.

En fin, OT es un gran negocio presionando muchachos. Algunos apenas tienen dieciocho años. Los venden la quimera del éxito y la fama derrochado unos recursos públicos que para nada ayuda a los buenos músicos, intérpretes y compositores que luchan sin descanso para poder editar un disco o tener un minuto en una televisión pública.

Ahí dejo esto, para los señores mandamases de la RTVE, que tienen el deber de ofrecer un servicio público. Que reflexionen si OT va a alguna parte que no sea ganar dinero en detrimento de la calidad. Yo me quedo con la televisión británica que cuida a sus ciudadanos y no los insulta.  


Madrid, a 10 de enero de 2018

Mercedes de Vega